Y sólo pude quedarme sentado observando, sin poder mover siquiera un músculo. Y es que allí estaba yo, sentado, viendo cómo aquella paloma moría frente a la banca de aquella plazoleta, producto de la edad o quizás de alguna herida que no lograba divisar a la distancia.
Fue entonces cuando pensé, tras ver el último aleteo de esa paloma gris, como, en ocasiones, no podemos hacer nada para evitar la muerte de alguien... o de algo.
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