Es que fue tan simple.
Lo único que hiciste fue tomar mi lápiz y trazar una línea bajo mi dibujo y con eso, con sólo eso, transformaste completamente el triste rostro que antes había bosquejado. Te miré sin ocultar sorpresa ni admiración. Tú, en tanto, respondiste a mi mirada con un silencio y una sonrisa, igual a la que dibujaste segundos antes en mi cuaderno. Me percate, al verte entonces, de lo sencillo que es en ocasiones sonreir y ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario