17 de enero de 2010

El pescador


Sentado estoy en la orilla mientras el sol alumbra mi caña de pescar. El agua está tranquila y yo pienso en el tiempo que llevo sentado en este lugar; he olvidado los días que llevo aquí, no sé cuantos soles han alumbrado ya esta misma caña en el pasado, pero de seguro alguien me diría que las sombras que han pasado por debajo de ella no han sido las suficientes y con la misma seguridad aceptaría que ese alguien tiene razón.


Respiro profundo y continúo sentado con la esperanza de que la cuerda de mi caña se tensé en algún momento. Recuerdo que me dijeron en el ayer que éste era un buen lugar para encontrar lo que busco, mas con cada día que pasa aumentan mis dudas con respecto a la veracidad de aquel consejo. Pero calma, ¡ten calma!, bien sabes que la paciencia es la clave para que un pescador logre con éxito su cometido, así que... ¡No pierdas la calma!


Mi mente guarda silencio un segundo y de inmediato logro percibir como el sol calienta mi piel, como el viento mueve mi cabello y como el agua transita cerca de mis pies con sus rítmicas ondas. Mi boca no tarda en dibujar una sonrisa en mi rostro.


Aprovechando la reconexión con mi entorno, y conmigo mismo, vuelvo a respirar nuevamente, ahora con una profundidad mayor a la de antes, buscando recobrar así la tranquilidad perdida hace unos instantes atrás, sin embargo, el aire que entra en mí hace que un pensamiento nuevo llegue a mi cabeza... ¿Me habré equivocado de anzuelo?, ¿el cebo será el adecuado? Quizás erré al escoger el anzuelo, quizás el cebo no es demasiado atrayente, quizás yo debí... ¡Calma!... ¡Basta de inseguridades!... ¡Sabes que todo está en orden!... Tranquilo, mantente tranquilo, sabes que sólo es cosa de esperar, de saber esperar, y eso lo sabes hacer... ¡Lo sé hacer muy bien!


El entumecimiento de mi mano izquierda hace que vuelva a la realidad de la cual me había abstraído. Sacudo mi cabeza y cambio de manos mi caña de pescar con la intención de continuar mi espera de pescador, pero me percato entonces que el día una vez más estaba por terminar.


Era una lástima, al parecer hoy fue otro día sin que nadie picara. Quizás el día de mañana haya alguien en este inmenso mar de personas que quiera tomar el hilo de mi caña para así yo poder atraerla hasta aquí y pasar juntos los días bajo este sol que ha alumbrado mi caña tanto tiempo y que volverá, al parecer, a alumbrarla el día de mañana.


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