4 de noviembre de 2009
Limosnero
De súbito, se sube a la micro el ya común limosnero, mientras la gente se alejaba de él, ya sea por su maltrecha apareciencia o por su peculiar e incomodo olor. Tambaleándose debido a los vaivenes del microbús, el limosnero se acercó a donde yo estaba ubicado. Tras observarlo, logré reconocerlo de inmediato. El limosnero no era más que el ciego que suele subir en esta esquina a pedir el dinero de costumbre, sólo que ahora no era ciego, sino que podía ver mas no podía hablar ni escuchar.
El sordomudo me extendió su mano pidiendo la ya tradicional moneda, yo no se la di, por lo que siguió extendiendo su mano a otros pasajeros para conseguir lo que en mí no encontró. Sin embargo, nadie le dio el dinero que pedía, al parecer, no sólo yo reconocí al ciego que ahora es sordomudo. Tras su fracaso, el sordomudo tocó el timbre del microbús, pateó la puerta enfurecido y se bajo enojado del vehículo. La gente lo siguío con los ojos tras escuchar el golpe que el sordomudo le propino a la puerta. De repente, me percaté que los pasajeros comenzaron a reír mientras miraban por la ventana. Al parecer, el ahora sordomudo se había convertido en cojo.
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