17 de julio de 2010

Sonido de madrugada



Súbitamente, una dulce y sutil nota rompió el silencio de la gélida noche en la que me encontraba. A pesar de lo helado de la oscuridad, el frío que imperaba en los alrededores no alcanzaba a tocarme siquiera, quizás por mi concentración e ímpetu de intentar reproducir nuevamente aquel sonido que me deleitó y sorprendió segundos atrás. Y es que ser músico es algo muy difícil, pero a la vez enormemente placentero. 

Hay músicos que tardan muchísimo tiempo en aprender a tocar un instrumento. Si bien algunos lo logran rápidamente, no es menos cierto el hecho de que no basta con lograr pequeñas asonancias para catalogarse un músico con todas sus letras. Pienso que para poder ser músico, hay que aprender a disfrutar los sonidos que nos regala el instrumento que a uno le apasiona. Interés, dedicación, constancia, amor y por sobre todo la pasión antes mencionada son los elementos requeridos para lograr producir y disfrutar de las más bellas melodías que nos entrega nuestro querido instrumento.

Si bien existen músicos que se dedican a las cuerdas, a la percusión o a los vientos, yo, esta noche, intento componer música con un instrumento muy distinto a los convencionales, aunque, de igual forma, requiero imitar los dones propios del guitarrista, del percusionista y del traversista. Porque esta noche quiero sentir cómo la definición más pura de la música recorre el aire hasta llegar a mis oídos. Deseo extasiar el instrumento que en estos momentos poseo entre mis manos para que broten de él los más limpios, bellos y vírgenes sonidos. Aspiro llevar al extremo el tono de aquella espontánea nota que surgió y me maravilló durante esta fría y oscura noche de invierno. Pretendo crear la más calida y hermosa eufonía que se haya escuchado durante una madrugada.

No será fácil lograrlo, pero entre tanto seguiré disfrutando del desvelo. Seguiré regocijándome mientras busco extender aquel tono que me regalaste mientras te tenía entre mis manos.

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