27 de febrero de 2012
Toc toc..
¿Quién es? ... ¡Aaaah!, pero si son Amon, Asmodeo y Lucifer
Qué interesante y curiosa visita... ¿Desean pasar a tomar una tacita de café?
24 de febrero de 2012
17 de febrero de 2012
7 de febrero de 2012
El Arquero
Es un solo. Está condenado a mirar el partido de lejos. Sin moverse de la meta aguarda a solas, entre los tres palos, su fusilamiento. Antes vestía de negro, como el árbitro. Ahora el árbitro ya no está disfrazado de cuervo y el arquero consuela su soledad con fantasías de colores.
Él no hace goles. Está allí para impedir que se hagan. El gol, fiesta del fútbol: el goleador hace alegrías y el guardameta, el aguafiestas, las deshace.
Lleva a la espalda el número uno. ¿Primero en cobrar? Primero en pagar. El portero siempre tiene la culpa. Y si no la tiene, paga lo mismo. Cuando un jugador cualquiera comete un penal, el castigado es él: allí lo dejan, abandonado ante su verdugo, en la inmensidad de la valla vacía. Y cuando el equipo tiene una mala tarde, es él quien paga el pato, bajo una lluvia de pelotazos, expiando los pecados ajenos.
Los demás jugadores pueden equivocarse feo una vez o muchas veces, pero se redimen mediante una finta espectacular, un pase magistral, un disparo certero: él no. La multitud no perdona al arquero. ¿Salió en falso? ¿Hizo el sapo? ¿Se le resbaló la pelota? ¿Fueron de seda los dedos de acero? Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la desgracia eterna. Hasta el fin de sus días lo perseguirá la maldición".
5 de febrero de 2012
Pequeña
¿Habrán sido años? Sí, creo que fueron muchos pero aún contables años. Verte ahí, llegar y pararte frente a todos fue un gran golpe. Tus palabras de saludo fueron bofetadas que salían una tras otra de tu ya casi olvidada boca. No pensé que te vería y creo que no quería verte.
No pude evitarlo y me borré con alcohol.
Minutos después, ya tirado sobre el sofá, no te podía ver. Al fin no te podía ver. Estaba distante y tranquilo mientras el olor a cuero emanaba y se conectaba con mi olor que era mezcla de cerveza y vodka.
Paz.
Sin embargo, llegaste nuevamente, te sentaste junto a mí y me hablaste. Tiempos pasados cayeron sobre mí sin siquiera quererlo. Creo que yo también hablé.
Cosas que pasaron, que no viste, fueron apareciendo en mis cerrados ojos de borracho. Tú, sentada junto a mí, no supiste aceptarlo y solo intentaste culparme sin siquiera saber criticarte por tu pasado actuar. No comprendiste que tú iniciaste la forja de este escudo, de esta apática armadura, que me protege de las personas que solo hablan de "cariño" pero que no saben demostrarlo con acciones.
Fue dolorosa esta noche.
Luego de llorar, porque creo que lloraste, me abrazaste y luego te fuiste. Nuevamente quedé ahí, solo, pero ahora estaba lleno de recuerdos e imágenes de momentos de otrora que no quería traer de vuelta. Y lo peor: dejaste en mi no solo esos instantes, sino que también el perfume de tu ropa y cuerpo, ese perfume que ya había logrado dejar atrás gracias a largos pero aún contables días.
Y es que no se va, tu aroma no se va. Me angustia, quiero que se vaya. Desearía tener otros aromas sobre mí, el de ella, el de aquella viajera, el tuyo hermosa lectora, pero no el suyo, ¡no el suyo!.
Vete, no sé por qué volviste, pero quisiera que te fueras, lejos, que regreses a tus tierras del sur, a tu ya formada vida lejos de la capital, lejos de tu antigua casa, de tu familia que te odia y por sobre todo de mí corazón.
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