"Besé sus ojos, sus labios, mi boca bajó a lo largo de su pecho y rozó el ombligo infantil, el bello animal, el sexo, donde su corazón latía a golpecitos; su olor, su calor me emborrachaban y sentí que mi vida me abandonaba, mi vieja vida con sus preocupaciones, sus fatigas, sus recuerdos gastados."
27 de diciembre de 2009
Un escrito de Simone de Beauvior
"Besé sus ojos, sus labios, mi boca bajó a lo largo de su pecho y rozó el ombligo infantil, el bello animal, el sexo, donde su corazón latía a golpecitos; su olor, su calor me emborrachaban y sentí que mi vida me abandonaba, mi vieja vida con sus preocupaciones, sus fatigas, sus recuerdos gastados."
21 de diciembre de 2009
18 de diciembre de 2009
La historia de mi vida
Cansado del "a punto"
Chato del "casi"
Hastiado del "pa` la otra"
Enervado con el "diste lo mejor, pero..."
Aburrido de estar siempre rozando mi estrella, tocarla con la punta de mis dedos, sentirla con la yema de mis dedos, pero no tener lo suficiente como para poder alcanzarla y poseerla... ¡Me avergüenza ser un maldito segundón! !Me avergüenza tener que verle la espalda a alguien que no es mejor que yo!
6 de diciembre de 2009
Futuro primer beso
Me acercaré despacio hacia ti y luego pondré mis manos lentamente en tu cintura. Tú no sabrás qué hacer, siendo tu única reacción la de elevar tu vista en silencio buscando mis ojos, pero yo no quitaré la vista, te miraré fija y profundamente mientras recorro cautelozamente tu cintura con la yema de mis dedos, sin nervios rozaré el costado de tu pecho, alejaré mis manos de tu cuerpo unos centímetros y luego pondré mis dedos suavemente en tu dulce cuello. Tú seguirás inmóvil frente a mí, pensando en detenerme o en pedirme que haga de una vez lo que en el fondo deseas hace tiempo con ardor. Yo sonreiré al verte nerviosa, pero eso no me detendrá, seguiré con mis dedos la figura de tu cuello hasta llegar y tocar tu bello rostro, ése que es portador de esos labios, tus labios, esos que cuando me hablan me hacen sentir tan feliz...
Poco a poco iré acercando mi rostro al tuyo, con tu lengua mojarás tu boca como presintiendo, o deseando, que un beso se avecinará pronto. Estaré ya a unos centímetros de ti cuando tú cerrarás los ojos, síntoma de tu entrega al momento que estás viviendo y que anhelabas vivir hace tiempo. Yo nuevamente sonreiré ante tu reacción, cerraré mis ojos y en un acto que durá segundos y milenios a la vez, sin saber al final quién inicio el acto, nos besaremos por primera vez ante la vista de las personas que no entenderán cómo un hombre y una mujer pueden unir sus labios, su esencia, su mente y su corazón con tanta pasión.
2 de diciembre de 2009
Añoranza
¡Qué rico aroma es el que siento en mi polera!- dijo el chico mientras olía su ropa- ... mmmm... ya no es mi aroma y eso me agrada, ¡me agrada mucho!... - agregó mientras alejaba la prenda de su rostro, para luego cerrar los ojos, como si aún quedase vestigios de aquel aroma al interior de su nariz- mmmm...¡qué rico hueles!
Fermín es un chico que gusta de los aromas ajenos al suyo, pero eso no quería decir que gustase de cualquier aroma que rondase por su alrededor. Si bien para muchos un aroma no es más que un simple olor, para Fermín un aroma significa mucho más que eso. Y es que para Fermín, un aroma está compuesto por un olor que posee dentro de sí un mar de recuerdos, de nostalgias, de sueños y de esperanzas. Un aroma era algo capaz de crear, por medio del olvidado sentido del olfato, un sin fin de imágenes que lo transportaban a lejanos tiempos y añorados lugares. Para Fermín, un aroma era incluso capaz de despertar al resto de los sentidos, motivándolos a crear y sentir antiguas o nuevas realidades.
Por ejemplo, si Fermín sentía el aroma de un queque horneándose, de inmediato disfrutaba de aquellas imágenes que lo transportaban a su tierna infancia, donde su madre horneaba biscochos para darle a la once un trozo de queque junto a una buena taza de leche blanca; o si sentía el aroma de la goma quemada, rápidamente venían a él las imágenes de cuando andaba en Metro, viajando ansioso para encontrarse con alguien especial en alguna de las coloridas estaciones que posee la capital. No obstante, para Fermín, el mejor aroma no era el que se encontraba recorriendo calles o lugares especiales, sino que era el que se encuentra impregnada en la piel de las personas.
Sin embargo, no crean que Fermín vivía olfateando a toda la gente, ¡claro que no!, ya que eso es algo que sólo haría un loco y Fermín no estaba un loco... él sólo era un ingenuo amante de los bellos recuerdos. Y es que Fermín amaba sentir fluir por su rostro el aroma surgiente del cabello y piel de la chica que le gustaba y a la cual nunca le confesó su amor.
Fermín solía abrazarla reiterada y constantemente para así intentar atesorar en su propia ropa, y si tenía suerte en su propia piel, el aroma que le hacia sentir tan, pero tan bien. De esta forma, cuando la chica se despedía de él con un beso en la mejilla desde el paradero, él lograba conservar junto a sí el aroma de ella, sintiéndose calidamente acompañado por algunas horas más. Y es que el poder sentir su aroma tras haberla visto partir, era una de las cosas que más lo hacía feliz, superable sólo por el tener la oportunidad de sentir directamente bajo su nariz el aroma dulce de la piel de aquella mujer que tanto amaba y de la cual nunca recibiría siquiera un beso.
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